jueves, 30 de abril de 2009

No pongas tu confianza en la hechicería

Hace algún tiempo estuve trabajando con alguien que se convirtió en una muy buena amiga para mí. En un principio yo veía como su padre iba a buscarla al trabajo y entonces pensaba: “Que buen padre tiene Rosa, se ve que se preocupa mucho por ella, siempre viene y la busca para llevarla a su casa, aunque ya ella se casó de todas formas está al tanto de ella”. Siempre pensaba eso, y también pensaba que Don Nicolás era un hombre bien simpático y en realidad lo era.

Cierto día que estaba con mi amiga, le referí algo, le dije que ella debía sentirse orgullosa de tener un padre como ese y que se veía que él la quería mucho. Ante este comentario mío, mi amiga se queda en silencio por un rato y luego me responde:

- Si tú supieras…

Yo me quedo callada, para no ser indiscreta, y entonces imagino que algo anda mal. Me siento curiosa, pero no quiero preguntar por no hacerla sentir mal, así que continuo callada.

Ella rompe el silencio diciendo:

- Ay Any, tú no sabes todo lo que hemos pasado… tú ves a mi papá así, con esa facha, todo desarreglado y en ese motorcito viejo, pués él no es ni la sombra de lo que era. Mi papá era un hombre elegante, tenía un buen trabajo, vehículo… era una persona importante aquí en Bonao. Cuando era niña nosotros vivíamos bien, mi hermana, mi mamá, él y yo. Paseábamos, compartíamos, en fin todo era bueno. Pero las cosas empezaron a cambiar, mi padre ya no era el mismo, tenía problemas con mi mamá, yo no sabía por qué, tenia también problemas financieros, nada iba bien.

Luego mis padres se separaron y entonces supe qué fue lo que pasó. Mi papá estaba visitando una bruja, esa mujer lo envolvió hasta el punto de ponerlo en contra de su propia familia, por ella se separaron mis padres, por ella mi papá está como está, lleno de deudas y viviendo solo en un rancho y por ella, y eso no se lo perdono, murió mi madre. Los disgustos que tuvo mi madre por esa mujer fueron los que la agravaron y le causaron la muerte.

Esa mujer le ha quitado todo a mi padre, ya él tiene más de 15 años dejándose engañar por esa estafadora, y no hay quien le hable mal de ella, le tiene lavado el cerebro…

Reflexión

La verdad es que me sentí muy mal ante esta confesión de mi amiga. Me dio mucha pena y al mismo tiempo mucho coraje pensar en como existen personas que dedican su vida a engañar al otro hasta tal punto de arruinarles la vida.

También pensé en lo tontos que podemos llegar a ser, al poner nuestra confianza en este tipo de personas.

Hay quienes recurren a la hechicería para conseguir empleo, o para vengarse de alguien, lograr el amor del ser amado, conseguir dinero, separar matrimonios, por curiosidad, para saber sobre el futuro, en fin existen un sin número de razones, todo depende de la necesidad que se tenga, pero recordemos estas palabras dichas por Jesús:

"Adorarás al Señor tu Dios, y a El solo servirás".
Mt. 4,10

La hechicería daña al hombre y lo hace de la peor manera posible, lo daña en su alma, en su mente, en su espíritu… lo aleja de lo más puro y sagrado: el amor de Dios.

La hechicería procede del mal, no es otra cosa que un engendro del maligno y tiene como único propósito apartar al hombre de Dios, destruirlo, hacerle daño y como en el caso de Don Nicolás, hacer daño también a otras personas.

Existen muchos casos de personas que han perdido la paz , la tranquilidad y hasta el juicio.

Reflexionemos acerca de todo esto y recordemos que Dios rechaza las adivinaciones y profecías falsas:

"Que nadie practique encantamientos o consulte a los astros; que no haya brujos ni hechiceros; que no se halle a nadie que se dedique a supersticiones o consulte los espíritus; que no se halle ningún adivino o quien pregunte a los muertos. Porque Yavé aborrece a los que se dedican a todo esto".

Dt. 18, 10-12

viernes, 24 de abril de 2009

Acusación


Aquel lunes, al atardecer, Frankely buscaba algo de manera desesperada, se le podía oír revolviendo todo en su cuarto.

¿Que estará buscando? –Dijo Glenny para sí misma.

En poco tiempo Frankely pasó de la desesperación a la rabia, y comenzó a estrellar todo en su cuarto: libros, sábanas, cajas… hasta el televisor.

-¡Se me perdió un reloj! lo deje ahí junto al anillo y ya no está, quiero que aparezca porque si no aparece aquí va a haber problema. –Dijo Frankely a Felipe, su padre.

Ante el silencio de su padre prosiguió diciendo:

- ¡Segurito que fue ese ladronazo!- Refiriéndose a Juancito, un joven que Felipe había buscado para pintar la casa y que tenía fama de ladrón. A usted e’ que ma’ le guta meter delincuentes aquí, si no aparece el reló, usté me lo va a tener que pagar.

Ya incomodo por los insultos de su hijo, Felipe responde:

- To’ lo que ‘ta aquí lo puse yo, así que yo puedo entrar aquí a quien yo quiera.

Juan, que estaba presente, intervino diciendo:

- Ingeniero por Dio que yo no fui, ya yo no robo y meno a ustedes que son como mi familia.

- ¡ No te niegue , buen ladronazo y veme buscando el reloj! - Contestó Frankely, lleno de ira.

Glenny, tratando de calmar a su hermano, le dice:

- Frankely mejor vete, que tal vez cuando tu te vaya aparece el reloj.
Frankely accedió y se fue.

Juan muy preocupado también se fue, sin probar bocado de la cena que le habían ofrecido Glenny y Felipe.

Al poco rato de este suceso llama Frankely a su hermana y le dice que había encontrado el reloj en el cajón de la pasola.

Reflexión

Muchas veces cometemos el mismo error que Frankely… juzgamos.
A veces ni siquiera tenemos pruebas pero de todas formas… juzgamos.
Insultamos, exigimos sin piedad, sin la más mínima ecuanimidad.
Pero quizás lo peor del caso no sea solo el hecho del juicio que hacemos, lo peor del caso es quizás que, al igual que Frankely, no tenemos el valor ni humildad de pedir disculpas.

“A no, ese de todas formas es un ladrón, que disculpas le voy yo a estar pidiendo”.

Así pensamos para justificar nuestra mala acción, y si es posible, mas adelante… seguimos juzgando.

En esta vida todos nos equivocamos, cometemos errores, eso es parte de ser humano; por consiguiente no debemos basar nuestras acusaciones en el simple hecho de que una persona haya faltado.

Si vamos a juzgar, hagámoslo con cuidado, porque hay alguien que a nosotros también nos ha de juzgar.


Esto dice la palabra de Dios:

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá".

Lucas 6, 36-38

martes, 14 de abril de 2009

Todos tenemos algo

En estos días de Semana Santa estaba haciendo un trabajo temporal en un establecimiento comercial y allí tuve el honor de conversar un poco con una señora llamada Elsa, por allá por la Cumbre, próximo a Villa Altagracia, digo el honor, porque pude escuchar de ella unas palabras muy inspiradoras. Pues bien, más o menos la cosa fue así:

Estaba yo por ahí, en mi esquina, un tanto solitaria cuando ella sin conocerme se me acerca y me dice:

-Yo diciéndole a una amiga que yo con nada me extraño, andaba con una amiga para una fiesta donde habían puras mujeres blancas, todas muy elegantes, ya tú te puedes imaginar el glamour y la amiga mía encogida por allá, yo si no, a mi nadie me opaca porque quizás una gente tenga una cosa pero le falte otra. No importa mi color, ni el hecho de que yo lo que hago es que limpio aquí, cuando yo quiero entrar a un sitio, entro, y nadie me puede negar la entrada, si me la niegan en un descuido me cuelo y me meto.

Es posible que para muchas personas estas palabras no tengan nada de extraordinario, sin embargo, para mi sí lo tienen, esa señora dijo una gran verdad. Muchas veces nos sentimos menos que otras personas, quizás porque hay alguien mas inteligente, o mas bonito, mas elegante o de dinero; pero lo cierto es que lo que dijo Elsa es una gran verdad, “puede ser que alguien tenga una cosa pero le falte otra”. Eso es así, nadie es perfecto, nadie lo tiene todo, y todos tenemos algo, algo que aportar al mundo y a las demás personas.

Todos tenemos algo, aporta tú lo tuyo.

lunes, 6 de abril de 2009

Semana santa, semana de sacrificio


[3] Despreciado por los hombres y marginado, hombre de dolores y familiarizado con el sufrimiento, semejante a aquellos a los que se les vuelve la cara, no contaba para nada y no hemos hecho caso de él. [4] Sin embargo, eran nuestras dolencias las que él llevaba, eran nuestros dolores los que le pesaban. Nosotros lo creíamos azotado por Dios, castigado y humillado, [5] y eran nuestras faltas por las que era destruido nuestros pecados, por los que era aplastado. El soportó el castigo que nos trae la paz y por sus llagas hemos sido sanados. [6] Todos andábamos como ovejas errantes, cada cual seguía su propio camino, y Yavé descargó sobre él la culpa de todos nosotros. [7] Fue maltratado y él se humilló y no dijo nada, fue llevado cual cordero al matadero, como una oveja que permanece muda cuando la esquilan. [8] Fue detenido, enjuiciado y eliminado ¿y quién ha pensado en su suerte? Pues ha sido arrancado del mundo de los vivos y herido de muerte por los crímenes de su pueblo. [9] Fue sepultado junto a los malhechores y su tumba quedó junto a los ricos, a pesar de que nunca cometió una violencia ni nunca salió una mentira de su boca. [10] Quiso Yavé destrozarlo con padecimientos, y él ofreció su vida como sacrificio por el pecado. Por esto verá a sus descendientes y tendrá larga vida, y el proyecto de Dios prosperará en sus manos. [11] Después de las amarguras que haya padecido su alma, gozará del pleno conocimiento. El Justo, mi servidor, hará una multitud de justos, después de cargar con sus deudas. [12] Por eso le daré en herencia muchedumbres y lo contaré entre los grandes, porque se ha negado a sí mismo hasta la muerte y ha sido contado entre los pecadores, cuando llevaba sobre sí los pecados de muchos e intercedía por los pecadores.

Isaías 53, 3-12

Ante estas palabras, ¿yo qué podría decir? cualquier cosa que diga quedaría bien corta, sin embargo me atrevería a expresar unas palabras…

Jesús se entregó a la muerte, sin decir una palabra en su defensa cargó con su cruz, fue humillado, golpeado, herido… tratado peor que un animal, maltratado y contado entre los delincuentes, y el no se defendió, el solo cayo, lo hizo por amor, por amor a su padre Dios, por amor a nosotros.

No hay amor más grande que el amor de aquel que entrega a su hijo único para salvar al mundo, no hay amor más grande que el amor de Dios.

Nosotros nos quejamos de todo, renegamos de nuestra propia cruz. Inclusive hay una secta por ahí, con un lema que reza: “Pare de sufrir”, imagínense ustedes, es lo mismo que decir: tira tu cruz y entrégate al mundo. Jesucristo no tenía ningún pecado y llevó su cruz sin quejarse en lo más mínimo

El camino de la cruz no es fácil, pero es un camino de amor y salvación.

jueves, 2 de abril de 2009

Sobre el SIDA

Con apenas 15 años Ana se fue a vivir con Alberto, quien era bastante mayor que ella. Era una morena de piel tersa y de curvas bien definidas, oriunda de Barahona. Una adolescente, sí, pero de aspecto un poco mayor.

La cosa no iba muy bien, prácticamente una niña y tener que lidiar con una casa, dos niños y un marido parrandero a todo esto se sumaba la miseria económica en que se encontraban, no era nada fácil.

De un día para otro enferma Alberto, una fiebre inexplicable y un prolongado agotamiento. Estos síntomas no eran nada nuevo para él, hacia mucho tiempo que los venía padeciendo pero no había echo caso. Estaba empeorando día a día, así que no le quedó mas remedio que acudir a un médico.

El diagnostico fue fatal, tanto para Alberto como para Ana. Alberto estaba infectado con el VIH y por consiguiente también Ana.

Alberto no duró mucho después de esto, la extrema pobreza no le permitió llevar el tratamiento como es debido. Después de esto Ana se muda de Barahona a Santo Domingo para allí iniciar una nueva vida.

Alguien que la vio un día en Santo Domingo, le habló de su condición,, a lo que ella respondió: - Fue un maldito hombre el que me enfermó, así que por uno todos van a pagar.

Esta es solo una de las tantas historias de personas que padecen el virus del SIDA. Hay muchísimas personas que viven una vida sexual desordenada, no se cuidan ellos, y al no hacerlo tampoco cuidan a su pareja, pero al mismo tiempo tampoco piensan en sus hijos, quienes o quedan huérfanos o enfermos. Da mucha pena pensar en estas criaturas inocentes que tienen que pagar por el error de otra persona.

Un grupo muy vulnerable, lo constituyen los adolescentes, que sin saberlo tiran por la borda su salud, su juventud y su futuro. Muchas veces quizás por falta de información.

Ya es hora de que los padres empiecen a hablar claro con sus hijos, en la mayoría de los casos los padres ni se imaginan que sus hijos adolescentes están manteniendo relaciones sexuales. Hay que hablar con ellos sobre los riesgos que tiene dicha conducta, antes que sea demasiado tarde.

Si nosotros no nos cuidamos, entonces... ¿quién lo hará?